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(Cuadernos de Medicina Forense. Año 1, Nº1, Pág.35-37. Junio 2002)

 

Síndrome de Estocolmo

por Víctor Luis Poggi y Armando Maccagno

La identificación de la víctima con el agresor en actos delictivos en que hay secuestros y/o toma de rehenes no es un hecho nuevo. La psicología, particularmente la criminal, lo ha estudiado y nos ha brindado numerosos ejemplos, pero adquirió la categoría de síndrome como consecuencia de un hecho delictivo sucedido en agosto de 1973 en la capital de Suecia. En Estocolmo se produjo en esa fecha un asalto a un banco con toma de rehenes, siendo estos cuatro empleados del mismo. Los delincuentes para liberarlos exigieron que se dejara en libertad a un encarcelado por homicidio además de una cantidad de coronas y la provisión de un avión para la fuga y salir del país. El no cumplimiento de lo pedido generaría la voladura del banco y la muerte de los rehenes y de ellos mismos. Durante cinco días mantuvieron a los rehenes - entre ellos dos mujeres - atados con cuerdas hasta que la policía logró liberarlos, y en ese momento un periodista fotografió a una de las rehenes y a uno de los captores besándose. Tiempo después contrajeron matrimonio.

Esta conducta "extraña" y paradójica sirvió para estudiar estos casos denominándolos Síndrome de Estocolmo.

No hay dudas que el secuestro es uno de los psicotraumas más graves que puede sufrir una persona, con indiferencia que se produzcan o no injurias físicas. El sufrimiento psíquico está signado por la sensación de desamparo, de amenaza permanente, de incertidumbre, aislamiento y soledad a lo que se agrega una profusa y variada signosintomatología de orden psíquico de dispar intensidad acorde a factores individuales acompañada de severos componentes neurovegetativos, aparición de dolencias, agravamiento de patologías pre-existentes, etc..-

Es necesario considerar, la importancia del factor tiempo de cautiverio ya que cuando más prolongado sea éste más posibilidad existe para que se desarrolle el síndrome. Esta circunstancia es conocida y utilizada por los "negociadores" que en su mediación tratan de "estirarla" para dar lugar a que se desarrolle aquel dentro de un proceso en el que participan en principio en forma inconsciente el rehén y el agresor.

Esta extraña, compleja y paradojal situación debe ser diferenciada de aquellas, concientes, buscadas voluntariamente cuyo objeto es obtener cierto dominio de la misma y beneficios por parte de los captores, siendo así una actitud pragmática de defensa, fingida para sobrevivir, de pseudo sometimiento sin que medie ningún mecanismo de identificación.

García Andrade, expone en su "Psiquiatría Criminal y Forense" que la respuesta de la víctima dependerá de la actitud delos secuestradores, que varía de la hostilidad agresiva hasta cierto trato paternalista, llegando a manifestarles al rehén las razones que han llevado al secuestro, brindando "sus" argumentos, tratando así de despersonalizar los hechos en el sentido que la víctima resulta impuesta por las circunstancias. Estas argumentaciones desconciertan y confunden al rehén y alteran sus mecanismos de defensa. Se vá distorsionando la realidad, se difuma el rol pudiendo establecerse mecanismos de identificación, hasta su simpatía y agrado hacia el captor en forma inconsciente que le va permitiendo negar y no sentir la permanente amenaza y agresión de los captores pudiendo hasta llegar a alcanzar, dentro del mismo plano, un componente de gratitud por continuar sobreviviendo.

Esta respuesta es una de las tantas que puede presentar la víctima generada sobre todo por su gran vulnerabilidad y extrema indefensión, que no por ser infrecuente deja de ser comprensible psicológicamente, avalando la sentencia freudiana cuando destaca que lo inconsciente tiene una influencia decisiva en la conducta humana.

Skurnik, uno de los autores que más se interesó en el tema, señala que la forma de identificación inconsciente de la víctima con su agresor se produce al asumir aquella la participación -hasta responsable- de la injuria de que es objeto, adoptando actitudes que no llega a internalizar ni asumir el mecanismo de identificación que se está operando.

Es por lo expuesto, que para diagnosticar al Síndrome de Estocolmo se requieren dos condiciones básicas.

La primera es que la víctima haya asumido inconscientemente una manifiesta identificación en las actitudes, comportamiento y modos de pensar de los captores, llegando a considerarlos propios y la segunda es que las manifestaciones iniciales, que se producen durante el cautiverio se prolonguen en el tiempo después de la liberación ya integrada a sus rutinas habituales.

Un hecho tan delaznable y afrentoso como es ser secuestrado aparece como un impedimento insalvable para que se desarrolle y establezca el síndrome, de allí la calificación de respuesta extraña, contradictoria, paradojal.

Partiendo de la identificación, como mecanismo de defensa y adaptación inconsciente, van mutando las vivencias, transitando seguramente sentimientos ambivalentes, hasta alcanzar la ausencia de resentimiento hacia los captores llegando a establecerse un vínculo de atracción, hasta de gratitud. Se han podido obtener testimonios, señala S. G. Raymond, surgidos de narraciones de personas que fueron secuestradas de los que "surge una especie de agradecimiento hacia los captores" - no exenta en algunos casos de connotaciones de afecto - "como si quisieran reconocerles el haberlos colocado en una situación que les permitió reestructurar su personalidad, replantear algunos aspectos de su vida y sistema de valores".

El vínculo afectivo puede profundizarse, pero siempre hay que evaluarlo en el tiempo transcurrido ente la finalización del secuestro y la formulación diagnóstica. Es necesario un lapso prudencial para hacerlo ya que se debe descartar el estado de ánimo, de elación y euforia que produce la finalización de la situación de cautiverio.

Del análisis psicogenético del síndrome, que surge de una crisis con severo compromiso anónimo, se advierte que no se trata - como muchas veces se lo define ligeramente, sin ningún sustento razonable - como aquellos casos donde "un captor y su rehén se enamoran". Si bien el episodio que le dió origen tiene tal connotación, la etiología sindromática es de compleja resolución. No debe ser confundido con actitudes que respondan a diversas causas, que se presentan, desde el inicio, en el plano conciente como lo son las disposiciones pragmáticas con el anhelo de sobrevivir y ser liberado, peculiares relaciones sado-masoquistas entre delincuente y víctima, etc.

Abundante bibliografía literaria y producción fílmica espejan dichos casos, en los que se advierte la interacción de la diada delincuente/víctima (captor/rehén) en el peculiar mundo circundante de cautiverio.

No es el de Estocolmo un síndrome frecuente, pero han sido reportados casos paradigmáticos, y tanto en el extranjero como en nuestro país son cada día mas frecuentes.

Su diagnóstico precoz tiene particular trascendencia psíquica y médico legal dado que ya instalado significa haber ligado y transferido a nuestro propio ego cualidades y elementos que se asocian a la personalidad o intereses de otros, lo que suele implicar privación de la autonomía psicofísica y algo mucho más importante aún la pérdida de la libertad de pensamiento.