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Síndrome de Estocolmo

 por el Lic. Psicología Gustavo Cortez García

Artículo Publicado en el Periódico Domine Cultural Nº 6

Pudiera parecer algo contradictorio que una persona que ha sido secuestrada sienta sentimientos de comprensión y simpatía hacia sus captores, para explicar este tipo de sentimientos según la psicología tendríamos que remontarnos al año de 1973, cuando cuatro empleados de un banco en Estocolmo, Suecia, fueron tomados como rehenes, a punta de pistola por dos asaltantes. Encerrados junto a sus captores en la bóveda del banco durante seis días, los cuatro cautivos desarrollaron una afinidad tal con los dos criminales, que se resistieron a los intentos de ser liberados, intercedieron por ellos ante el primer ministro sueco Olaf Palme, además se negaron rotundamente a testificar en el juicio e incluso ayudaron a costear los honorarios del abogado de defensa, este incidente dio pié a los psicólogos y psiquiatras a investigar ¿ el por que una persona que ha sido privada de su libertad tiene un sentimiento de afinidad a sus secuestradores? , después de varios estudios, llegaron a la conclusión que el síndrome de Estocolmo es una respuesta emocional que puede manifestar el secuestrado o plagiado a raíz de la vulnerabilidad y extrema indefensión que produce el cautiverio, además el síndrome se presenta cuando el secuestrado se identifica inconscientemente con su agresor, ya sea asumiendo la responsabilidad del ataque de que es objeto o imitando física o moralmente la personalidad del captor. Debido a que se trata de un proceso sobre el cual la víctima no tiene conciencia, siente y cree que la actitud del secuestrador es razonable, lo cual de alguna manera le ayuda a no sentir la amenaza de la situación que experimenta ni que está en peligro su vida.


¿Cuándo ocurre?

Hay quienes temen que el síndrome de Estocolmo sea una enfermedad que se manifiesta en la mayoría de las personas que atraviesan por un secuestro, lo que irremediablemente genera gran preocupación en las víctimas y familiares después de la liberación. Sin embargo, no se trata de un padecimiento, sino sólo un desajuste y/o confusión emocional, pues cuando el plagiado es amenazado de muerte por el agresor y éste no ejecuta la acción, el secuestrado experimenta una especie de gratitud, y al mismo tiempo, miedo, sentimientos que le 
impiden guardar rencor hacia el delincuente. Según los especialistas en salud mental, dicho síndrome se presenta 
cuando el secuestrado se identifica inconscientemente con su agresor, ya sea asumiendo la responsabilidad del ataque de que es objeto o imitando física o moralmente la personalidad del captor. 
Debido a que se trata de un proceso sobre el cual la víctima no tiene conciencia, siente y cree que la actitud del secuestrador es razonable, lo cual de alguna manera le ayuda a no sentir la amenaza de la situación que experimenta ni que está en peligro su vida.Para detectar y diagnosticar el síndrome de Estocolmo es necesario 
que se conjuguen las siguientes condiciones:

1 Que la víctima haya asumido inconscientemente notable identificación en las actitudes, comportamientos o modos de pensar de los captores, casi como si fueran suyos. 
2 Que las manifestaciones iniciales de agradecimiento y aprecio se prolonguen a lo largo del tiempo, aún cuando la persona ya se encuentre integrada a su rutina habitual y haya comprendido que el cautiverio ha finalizado. 

No sólo por secuestro

Hay especialistas en salud mental que afirman que el síndrome de Estocolmo no solamente lo sufren personas secuestradas, pues establecen que hay quienes por alguna razón son incapaces de huir del sometimiento psicológico por parte de un "captor", que bien puede ser alguno de los padres, esposo o novio.
El ejemplo más típico y predominante de este tipo de problemática es el de muchas mujeres maltratadas por su pareja, para quienes resulta imposible terminar la relación. Algunas consideran no tener mejores opciones ni dinero, pero sí demasiados hijos que mantener, lo cual les impide romper el lazo conyugal. Lo más sorprendente es lo que ocurre con las féminas que, pese a contar con independencia personal y económica y tener acceso a recursos alternativos, continúan con las relaciones donde sufren violencia.
Por increíble que parezca estos dos grupos de mujeres comparten la reacción paradójica de desarrollar fuerte vínculo de afecto hacia sus agresores sin poder denunciarlos e, incluso, llegan a justificar y hasta a defender las razones del maltrato al que son sometidas.
Este tipo de relación tiene su origen en el desequilibrio de poder y la combinación de trato bueno y malo por parte de la pareja, ya que tales variaciones pueden formar un lazo enfermizo; en este tipo de situaciones es común que la víctima niegue la parte violenta del agresor y sólo reconozca la que percibe como positiva.

El proceso para que una mujer se adapte psicológicamente al tipo de relación descripta está determinado por diversos cambios y desarrollo de adaptación, lo cual puede resumirse en cuatro estados:

Desencadenante. Primeros golpes y maltratos que rompen la seguridad. Reorientación. Cuando ella trata de evitar conflictos y se culpa de la situación.
Afrontamiento. La mujer asume el modelo mental de su esposo y busca vías de protección para salvaguardar su integridad psicológica.
Adaptación. Aceptación de la nueva condición a través de  identificación con la personalidad de quien la maltrata.

Como puede ver, tanto en los casos de secuestro como en los de violencia doméstica, las víctimas del síndrome de Estocolmo deben someterse a tratamiento psicológico para que puedan recuperar su independencia mental y vivir tranquilamente, de esta manera evitarán que el problema crezca como una bola de nieve de la que resulte casi imposible escapar. 

Bibliografía 
El síndrome de Estocolmo
Conferencia por María de Lourdes Santiago*
Reportaje
Síndrome de Estocolmo, simpatía hacia el agresor*
Karina Galarza Vásquez
Manual de Enfermedades y Estadísticas : DSM-IV

Lic. Psicología Gustavo Cortez García
Guadalajara Lamar

APADESHI