Asociación de Padres Alejados de sus hijos

 

Inicio Contenido  Artículos Principal

Puede realizar consultas a través del correo

 

NUEVO MATRIMONIO:  EL GATILLO PARA DISPARAR EL SÍNDROME DE ALINEACIÓN PARENTAL.

Richard A Warshak - University of Texas Southwestern Medical Center at Dallas, Dallas, Texas, USA

Periódico americano de Terapia Familiar.  Número 28, pags. 229-241 - Año 2000.


Los esfuerzos de adaptación para ajustarse a un segundo matrimonio pueden provocar o exacerbar el Síndrome de Alienación Parental (PAS).  El progenitor que vuelve a casarse, el otro, el adoptivo y el niño, cada uno de ellos pueden contribuir al problema.  Las fuerzas dinámicas subyacentes incluyen los celos, la herida en el ego, el deseo de venganza, el deseo de borrar al ex cónyuge de la vida del hijo para "hacerle hueco" al padrastro, los sentimientos de competitividad entre el ex cónyuge y el padrastro, el nuevo intento de la pareja de unirse frente a un enemigo común evitando el reconocimiento de conflictos en el matrimonio, el intento del niño para resolver el conflicto interno y las violaciones de los límites paterno filiales.  Tratamos sobre estas fuerzas y sugerimos el tratamiento para las mismas.

Los progenitores que se divorcian tratan con frecuencia de minar el afecto del hijo por el otro progenitor.  Cuando tales esfuerzos se caracterizan por denigrar grave y reiteradamente al otro padre, el hijo corre el riesgo de sufrir apartamiento del padre denigrado.  Gardner (1985-1998) introdujo el término "Síndrome de Alienación Parental" (PAS) para describir este fenómeno.

El Síndrome de Alienación Parental tiene un diagnóstico controvertido, en gran medida por el hecho de ser utilizado con frecuencia en el litigio por la custodia.  Los críticos argumentan que los testimonios de PAS carecen de fundamentos científicos adecuados para poder ser admitidos, que simplifica en exceso la etiología de los síntomas que subsume, y que puede inducir a decisiones sobre la custodia que comprometan el bienestar de los hijos.  (Para una revisión de la literatura y el análisis de la controversia, ver Warshak 1999a, 1999b).  No existe controversia, sin embargo, sobre el hecho de que algunos niños sufren ciertamente el alejamiento o alienación del otro progenitor tras el divorcio, alejamiento que no tiene su base en la historia previa de las relaciones entre el padre y el niño.  Y que a menudo el otro progenitor contribuye al alejamiento a través de una amplia gama de manipulaciones.  Si el niño sucumbe o no a estas manipulaciones y si, en tal caso, puede aplicarse el diagnóstico de PAS para describir la perturbación que el niño sufre, hay acuerdo en la literatura científica en el sentido de que está muy claro que exponer al niño a la hostilidad no resuelta de sus padres le produce un gran stress (Emery, 1982; Grych &Fincham, 1990; Kurdek & Berg, 1983; Shaw & Emery, 1987).  Cualquier cosa que uno pueda hacer por comprender las circunstancias en que este fenómeno pueda darse y por entender las dinámicas subyacentes, servirá para ayudar a la familia.

En la experiencia de Gardner, el Síndrome de Alienación Parental se produce primariamente en el contexto de las disputas por la custodia de un hijo.  Algunos padres litigantes oponen la alienación (el alejamiento del otro padre) como reacción a la amenaza de perder la custodia, o en la esperanza de que las esperanzas que exprese su hijo le ayudarán a prevalecer en la disputa por la custodia.  Gardner contempla la expresión de estas disputas mismas como los síntomas iniciales, que serán revisados a medida que los médicos y los investigadores tengan más experiencia sobre el PAS.  Expandiendo el concepto de Gardner, Carwright (1993) mostró que los desacuerdos financieros, así como otros relativamente triviales, también pueden provocar PAS.

Este artículo pone en discusión otra situación que a menudo se asocia al alejamiento injustificado de los niños respecto a un padre.  El matrimonio de un padre, subsiguiente al divorcio (o a la ruptura, en el caso de padres no casados) puede generar o intensificar las críticas destructivas de cualquier progenitor hacia el otro (1).  Las demandas para modificar los regímenes de custodia pueden a veces verse acompañadas de este tipo de comportamientos.  Incluso cuando el objetivo es obtener la custodia, los vapuleos y las malas palabras que se dan en el contexto de un nuevo matrimonio a menudo reflejan los esfuerzos maladaptativos para ajustarse a la transición familiar.  Este artículo describe e ilustra algunas de estas dinámicas, y sugieren medios para influir en ellas.


LOS CELOS Y LAS HERIDAS DEL EGO (NARCISISTAS).

Las relaciones cordiales tras el divorcio no aíslan a los ex esposos de la tensión generada cuando uno de ellos encuentra de nuevo el amor.  Los pacientes a menudo se sorprenden de la intensidad de su reacción a la noticia de que un ex esposo planea volverse a casar.  Tal vez pensaran que una eventualidad así no les llegaría a afectar, pero en vez de eso, vuelven a re experimentar mucho del dolor y la rabia que acompañó al divorcio.  Aquellos que ignoraban mantener cualquier vínculo emocional residual al ex esposo o que ignoraban albergar fantasías de reconciliación tienen más probabilidades de tener dificultades en atajar los celos y las heridas que el nuevo matrimonio inflige a su ego.  Más que el reconocimiento de la fuente de estos sentimientos que ellos estiman no deseados o inapropiados, los que los padecen se aplican a utilizar una variada gama de defensas.

Una maniobra muy recurrente consiste en manifestar que la propia rabia surge de la preocupación sobre los trastornos que el nuevo matrimonio puede causar a los hijos.  Wilhelm Reich (1949) llamó a esto un "motivo fingido".  Los terapeutas pueden reconocer este tipo de racionalización cuando un padre dice "no me importa lo que ella quiera hacer con su vida.  Pero mis hijos están muy trastornados por todo .  Si los niños no han venido mostrando signos de tensión, hay considerables posibilidades de que el progenitor esté o bien intentando racionalizar su propia angustia o bien proyectándola en los niños y distorsionando su percepción sobre sus verdaderas reacciones.

Otra racionalización consiste en manifestar que a uno no le afecta ese matrimonio en sí, sino el carácter específico del padrastro, o su modo de relacionarse con los niños.  El Síndrome de Alienación Parental entra en juego cuando un padre canaliza los indeseados, desagradables y confusos sentimientos desatados por el matrimonio del ex- cónyuge en una despiadada denigración del ex-esposo y su nueva pareja.  Como Reich reconoció (1949), "el verdadero motivo es la venganza de la pareja, robándole el placer del hijo" [p. 265].  "La carencia de cualquier consideración hacia el niño se expresa en el hecho de que el amor del niño por el otro miembro de la pareja no se tiene en cuenta en absoluto" [p. 265].

Como sucede en la mayor parte de los casos de racionalización, proyección y desplazamiento, facilitar la toma de conciencia, la aceptación y la expresión adecuada de los sentimientos genuinos pueden obviar la necesidad de la derivación destructiva.  Los padres deben ser ayudados a reconocer los sentimientos de vínculo residuales.  Esto será más sencillo si el terapeuta contempla genuinamente tales sentimientos entre ex-esposos como algo normal.  Los terapeutas que creen que cualquier signo de conexión emocional entre los esposos india que la pareja está evadiendo la realidad del divorcio y que no están "emocionalmente divorciados" exacerbarán el problema (Warshak, 1992).  Los sentimientos de vínculo no crean el problema: el problema se da cuando tales sentimientos no son asumidos y se reconducen a través de un comportamiento destructivo.  El terapeuta puede asistir a los padres en la respuesta adecuada al nuevo matrimonio, invitándoles a imaginar como querrían que reaccionara su antigua pareja a su propio anuncio de un nuevo matrimonio.  Naturalmente, cuando una campaña de denigración está arraigada sobre la creencia de que la nueva pareja ha contribuido al divorcio, será aún más difícil sobre el progenitor alienador rendir sus deseos de venganza.

En este punto, las reacciones del progenitor que conoce los planes de su antigua pareja para casarse ya se han tratado.  Pero como veremos a continuación, la crítica destructiva puede proceder igualmente del progenitor que se casa y de su nueva pareja.  En nuestro trabajo con familias de nuevo matrimonio identificamos tres dinámicas claves , adicionales a la búsqueda de la venganza que, a menudo, desata los intentos para alejar al niño del otro padre.

1.- El deseo de eliminar la influencia del otro padre en la vida del hijo, para "hacerle hueco" al padrastro.

2.- Sentimientos de competitividad entre el ex esposo y el padrastro.

3.- Los intentos de la nueva pareja de unirse frente a un enemigo común.

Estas dinámicas se discutirán separadamente por razones heurísticas.  Pero está claro que no son  mutuamente excluyentes y que de hecho a menudo están interrelacionadas.  Tampoco agotan todas las posibles dinámicas vinculadas al PAS que se producen en el seno de familias de nuevo matrimonio.

"ME GUSTARÍA QUE EL DESAPARECIERA".

Los progenitores que vuelven a casarse a menudo creen que ahora es cuando tienen el contexto de familia perfecta en el que criar a sus hijos.  Pero una cosa cuestiona esta imagen:  el antiguo esposo.  Muchas parejas de nuevo matrimonio albergan la fantasía "Si tan sólo el ex desapareciera de escena..."  Un modo de contribuir a la realización de esta fantasía es interponer una cuña entre los niños y el otro progenitor.

Un progenitor está tanto más predispuesto a contemplar al padre como prescindible en aquellos casos en que el niño era pequeño en el momento del divorcio, o cuando no se llegó al matrimonio y el matrimonio con la segunda pareja sobreviene pronto tras la disolución del vínculo anterior, sea cual fuere.  En estos caos, cada padre tiene pocas oportunidades de observar al niño junto a su ex pareja.  Una madre creería, de manera abstracta, que los niños merecen conocer a su auténtico padre.  Pero si ella no ha convivido mucho tiempo con el padre y su hijo, no habrá experimentado de primera mano cómo su hijo se beneficia del tiempo que pasa con su padre.  Ciertamente, un niño de un año no puede expresar cuanto desea estar con su padre.

Si un historial de interacción familiar conjunta de madre, padre e hijo, es más difícil para la madre el apreciar el papel del padre en la vida del niño.  Cuando ella vuelve a contraer matrimonio ella preferirá que tal historial familiar se centre en ella y su marido actual.  El padre es contemplado como un intruso.  Su involucración complica la película.  Esencialmente, la madre quisiera fingir que su relación con el padre del niño nunca tuvo lugar.  Cuando él no acata este planteamiento, se le contempla como alguien que intenta torpedear su segunda oportunidad de tener una familia feliz.  Una mujer que volvió a casarse dijo a su ex esposo:  "mi hija tiene una madre y un padre en su casa.  No te necesita".

Hay gente que cree que cuanto menos tiempo el hijo ha convivido con el padre, menos se pierde si el padrastro reemplaza al padre.  Hasta cierto punto, esto es así.  En general, los hijos más jóvenes tienen menos dificultades que los mayores para vincularse y desarrollar una relación con un padrastro del tipo de las de un padre y un hijo, y para beneficiarse de la involucración de un padrastro competente involvement (Bowerman & Irish, 1962; Duberman, 1973; Hetherington, Stanley-Hagan, & Anderson, 1989; Lutz,  983; Ransom, Schlesinger, & Dercleyn, 1979).  No obstante, no existe razón alguna para que los hijos se vean obligados a elegir.  Son capaces de mantener lazos profundos con su padre y su padrastro a la vez.

Incluso cuando su hijo es tan joven que el padrastro podría reemplazar adecuadamente al padre, una madre aún tiene razones para promover la involucración del padre.  Cuando el niño es sea mayor puede desear conocer a su auténtico padre.  Muchos niños sufren intensos sentimientos de rechazo cuando un progenitor divorciado no ha permanecido vinculado.  Los niños y niñas que han perdido el contacto con un padre tras un divorcio tienen más probabilidades de tener problemas en sus relaciones interpersonales y menor autoestima (Biller, 1993; Hetherington, 1972).  Los problemas de los niños pueden, por el contrario, disminuir la calidad de sus relaciones con los progenitores custodios o con sus padrastros.

Merece la pena considerar también lo que ocurriría si el segundo matrimonio de la madre fracasase (algo nada improbable, dado que los segundos matrimonios muestran tasas de divorcio mayores que los primeros).  En la mayor parte de estos casos los niños pierden todo contacto con su antiguo padrastro, incluso cuando este ha sido una figura central en su desarrollo (Brody, Neubaum, & Forehand, 1988).  Mantener un vínculo cercano con el padre es un buen seguro contra tal pérdida.  Mucho menos probable pero también posible, es la muerte o la incapacitación de la madre.  Una buena relación fuerte con su padre puede ayudar a estos niños en tiempos difíciles.  Un historial de alienación del padre no haría más que agudizar la tragedia.

Un progenitor que simplemente no haya considerado alguno de los puntos mencionados anteriormente puede beneficiarse de una intervención en su educación, la cual es esencial para involucrar a la nueva pareja, porque él o ella ejercerán probablemente mucha influencia en la decisión última sobre el contacto del hijo con su otro progenitor.

Cuando el esfuerzo por eliminar al otro padre de la vida del hijo refleja el deseo de negarse a la realidad de la relación que generó al niño, el padre alienante debe ser ayudado a apreciar que esta negación puede satisfacer sus deseos a corto plazo, pero a costa del sacrificio del interés del hijo y, por tanto, del deseo a largo plazo del propio alienante de criar a un hijo sano.  Además, negar la antigua relación limita la nueva relación matrimonial.  El nuevo matrimonio tendrá una base tanto más firme cuanto más asuman, más que eviten, los nuevos esposos la existencia de una pareja anterior.  Los terapeutas debieran intentar facilitar la comunicación entre los esposos acerca de esos pensamientos no expresados y de esos sentimientos hacia la antigua pareja.  Esto puede fomentar una reducción general de la ansiedad y de la necesidad de eliminar al otro progenitor de la vida del hijo.

Si el progenitor que vuelve a contraer matrimonio está genuinamente preocupado por el impacto que pueda tener sobre el hijo el mantenimiento de una relación con el otro progenitor, estas ansiedades deberán examinarse junto con todos los adultos involucrados.  Cada parte deberá reflexionar sobre aquello que él mismo y los demás pueden hacer para reducir esta ansiedad.  Por ejemplo, un padre puede proporcionar una cierta indicación a la madre sobre en qué medida valora a su hijo, si le describe algunas de las rutinas y actividades que comparten el padre y el hijo.  El objetivo es ayudar a la madre a ver la realidad de la relación, proporcionándole una experiencia concreta de lo que destruiría si lograra alienar al hijo del padre.

COMPITIENDO.

Los sentimientos de competencia hacia el propio predecesor en materia de amor, sexo y matrimonio son normales.  En su forma atenuada, tales sentimientos no causan ningún problema.  Pueden, por el contrario, beneficiar a los niños, al motivar a un padrastro a hacerlo lo mejor posible en su crianza.   Los niños ganan en tal caso un adulto adicional que protegen y prevén sus intereses.

Cuando los sentimientos de competitividad son muy fuertes, sin embargo, el padrastro puede resentirse al tener que compartir el afecto de los niños con el padre.  Muchos factores contribuyen a tal resentimiento.  Un sentimiento general de baja autoestima es uno de ellos.  Esto puede quedar de manifiesto en una actitud excesiva de competitividad reproducida en la mayoría de las situaciones.  Más específicamente, la duda de la propia valía como padre puede estimular el deseo de probar la propia superioridad sobre el otro padre.  Visher y Visher (1979) describen como un hombre que siente que ha fracasado como padre en su primer matrimonio puede abordar el segundo como una oportunidad para compensar sus carencias anteriores.  El sentimiento de fracaso puede ser particularmente agudo si el padrastro no ha mantenido una involucración regular y significativa con sus hijos biológicos.  Para algunos hombres, su reacción a estos sentimientos de fracaso consiste en reemplazar al otro padre en el corazón del niño.  Para holgarlo, instigan o, al menos apoyan activamente las críticas destructivas hacia el otro padre.  El resultado puede ser la alienación del niño respecto al objeto de las críticas.

Otra situación que exacerba los sentimientos de competitividad se da cuando los padrastros no tienen hijos propios y, por razón de decisión propia o de infertilidad, no prevén tenerlos en el futuro.  Esta dinámica, así como otros factores que subyacen el exceso de competitividad, afectan a las madrastras tanto como a los padrastros.

Nelda y Ofelia eran amigas inseparables.  Pero Nelda se enredó con el marido de Ofelia, casándose con él tras el subsiguiente divorcio.  Nelda no tenía hijos de su matrimonio anterior, y no podía tenerlos ya, ni quería adoptar un niño.  La hija de Ofelia era la única oportunidad de Nelda para ser madre.

Sintiendo una intensa rivalidad respecto a su  "ex mejor amiga", Nelda presionó a su marido a mudarse a otra ciudad, a cuatro kilómetros en coche y sin aeropuerto cercano.  Al mismo tiempo, a base de una excesiva autoindulgencia, promesas extravagantes, malmetiendo sobre su madre y con la cooperación del padre, Nelda manipuló a su hijastra para que esta pidiera vivir con ellos.  Ofelia se resistió inicialmente, pero su hija insistió en que realmente quería mudarse y que le indignaba que su madre se lo estuviera poniendo difícil.   En contra de su mejor juicio y sin consejo legal, Ofelia sucumbió a la presión y la dejó marchar.

Poco antes de las vacaciones de Navidad, Ofelia recibió una carta de su hija.  La niña escribió que no deseaba verse obligada a ver a su madre durante las vacaciones de navidad.  Su padre y Nelda habían planeado un viaje a Disneylandia y ella se lo perdería si pasaba las vacaciones con su madre.  El vocabulario y la estructura de las frases de la carta sugería claramente que, aunque se trataba de la letra de su hija, la carta había sido compuesta por adultos.  Una nota de Nelda acompañaba esta carta.  En su nota, Nelda se investía de autoridad para exhortar a Ofelia a anteponer los intereses de su hija a los suyos propios.  Nelda instaba a Ofelia a permitirles establecerse como una familia en lugar de presionar para mantener el contacto con su hija.  Ofelia tomó lo que consideró un autopista, y dejó que su hija hiciera el viaje a Disneylandia en lugar de verse con ella.

Cuando se acercó la siguiente fecha en la que Ofelia tenía previsto ver a su hija, el cumpleaños de esta, recibió otra carta.  En esta, su hija expresaba su resentimiento por lo que ahora calificaba como una "visita forzada", añadiendo que, en lugar de ver a su madre, deseaba pasar su cumpleaños con su familia.  ¡Nelda y su esposo habían triunfado en retorcer la mente de la niña para que dejara de pensar en su madre como parte de su familia!  Cuando el que suscribe conoció a Ofelia ya hacía más de dos años que esta no había visto a su hija.

El error de Ofelia, muy frecuente entre aquellos padres que son el objeto de la alienación, fue esperar demasiado antes de actuar.  Esto sucede generalmente cuando no se entienden correctamente las dinámicas y el curso del PAS.  Algunos padres, que reconocen que sus niños han sido manipulados, aún encuentran difícil no tomarse el rechazo de manera personal.  Pueden responder con resentimiento y rabia y devolver el rechazo a sus hijos.  Otros padres esperan que la paciencia tendrá sus frutos y que los niños retornaran al sentido común y recuperarán espontáneamente sus sentimientos positivos.

Es muy importante que los padres objeto de la alienación comprendan que la ausencia de contacto con sus hijos crea un fértil habitad para mensajes envenenados, que arraigan y proliferan por encima de los recuerdos positivos de la relación padre-hijos.  Aísla a los niños de la información y de aquellas experiencias que les podrían ayudar a comprender contradiciendo la programación a la que han sido sometidos.  Y esto hace a los hijos más dependientes del padre que fomenta la alienación (Clawar & Rivlin, 1991).

Algunos terapeutas contribuyen al proceso recomendando posponer el contacto padres e hijos mientras que emprenden una psicoterapia tradicional e individual con el niño.  La esperanza reside en que la terapia hará reemerger los sentimientos positivos del niño hacia el padre alejado.  Una situación análoga a la de recomendar que un niño al que no le guste el colegio permanezca en casa hasta que la terapia para que el niño venza su ansiedad surta efecto.  Los terapeutas deberían comprender que esta estrategia respecto al PAS tiene escasas posibilidades de funcionar.  Como apunta Lund (1995), "Si el contacto entre padre e hijo se interrumpe, hay probabilidades de que se desarrolle un patrón conforme al cual será difícil salvar la relación" (p. 314).  No hay en toda la literatura científica ni un sólo caso reportado de tratamiento efectivo contra el PAS, desde los más severos hasta los más moderados, que no pase por reforzar el contacto entre los hijos y el padre alejado (Clawar & Rivlin, 1991; Dunne & Hedrick, 1994; Gardner, 1998; Lampel, 1986).

Si el padre alejado consulta al terapeuta en las fases iniciales de PAS, la recomendación debe ser mantener el contacto con los hijos, y trabajar para ayudar gradualmente a los niños a comprender las manipulaciones a las que están sometidos y cómo contrarrestarlas.  Cuando se pasa consulta a padres como Ofelia, cuyos niños están resistiéndose a pasar tiempo con elles o bien cuyo acceso está siendo restringido por el ex cónyuge, los terapeutas deberían advertirles que el objetivo es restablecer el contacto personal cara a cara de manera regular tan pronto como sea posible.  La intervención en las primeras fases es crucial.  Como con todos los casos de PAS y de otras perturbaciones emocionales, la intervención en las fases tempranas son las que gozan de mejor probabilidad de triunfar.  Cuanto más se prolonga la alienación, más difícil resulta deshacer el daño.  En el caso de Ofelia, ninguna cosa menos efectiva que una orden judicial para forzar su acceso a su hija podría empezar a resolver el problema.

Cuando se trabaja con padrastros excesivamente competitivos, los terapeutas pueden intentar ayudarles a comprender que pueden mantener importantes roles respecto al niño sin necesidad de minar el vínculo de este con el otro padre.  Puede ayudar a fraguar el rol de un padrastro sano el hecho de destacar la habilidad para apoyar con éxito la relación del hijo con el padre no custodio.  El tratamiento con resultados positivos ayudará al padrastro a aceptar su competitividad y encontrar formas sanas de expresarla.  Asimismo, cualquier cosa que el terapeuta pueda hacer para ayudar a fortalecer el nuevo matrimonio puede aminorar la necesidad del padrastro de competir con el padre no residente.  Si un padrastro tiene relaciones escasas o malas con sus hijos biológicos de un matrimonio anterior, tomar medidas para mejorar estas relaciones puede reducir el sentido de competitividad con el padre no custodio de los hijastros.

La competencia puede ser biunívoca.   Tras el nuevo matrimonio, el antiguo esposo puede apoyar las relaciones de los niños respecto a su padrastro.  O él o ella pueden intentar meter una cuña entre los niños y su nuevo padrastro o madrastra.  Cuando el ex esposo está aún soltero, él o ella pueden temer que los niños preferirán el hogar con dos padres porque se aproxima más a la familia intacta que se rompió con el divorcio.  Estimulados por estos miedos, el ex esposo puede intentar competir minando el sentido del amor del niño y la seguridad del hogar del nuevo matrimonio.

A menudo, el padre no residente teme que los niños amarán más al padrastro.  Este miedo se ve exacerbado si el niño comienza a usar términos similares a papá o mamá cuando se refieren a su padrastro.  Porque los niños más jóvenes son más propensos a buscar y a aceptar una relación semi paterno filial con el padrastro, estando también particularmente sometidos al riesgo de ser maltratados o sometidos al lavado de cerebro por parte del padrastro o madrastra.  Y también a ser influenciados por una "programación" negativa a causa de su sugestionabilidad incrementada (Ceci & Bruck, 1995).  Por ejemplo, un padre puede decirle a su pequeño hijo que su padrastro fue enviado por Satanás.  Incuso si el niño no lo cree, empieza a sentirse incómodo en presencia de su padrastro.

Los niños mayores pueden sentir más reserva inicial y resentimiento hacia un padrastro.  En lugar de ayudar a sus hijos a ajustarse en la transición, los ex esposos más competitivos a menudo dan pábulo a los incipientes sentimientos negativos de sus hijos respecto al padrastro o madrastra, utilizando estos sentimientos puramente transitorios como  un cimiento para una campaña de alienación.  Cuando se confrontan a sus manipulaciones, tales padres responderán por regla general con alguna variante de "no puedo evitar lo que mi hijo siente sobre su padrastro.  Pero tampoco voy a impedirle que exprese sus auténticos sentimientos".

Una madre con la que trabajé demostró cómo los padres pueden poner los intereses de sus hijos por encima de sus sentimientos de competitividad.  Patty trabajó mucho resistiendo sus fuertes impulsos a desacreditar a la madrastra de su hija Raquel.  Con una combinación de asistencia legal inadecuada, las convincentes mentiras de su esposo y un veredicto judicial adverso, su vinculación con Raquel fue dramáticamente limitada.  Cuando su marido volvió a casarse, una semana después del divorcio, delegó la mayor parte de la responsabilidad de educar a Raquel a su nueva esposa.  Patty, naturalmente se resintió de que otra mujer estuviera criando a la hija que llevó dentro nueve meses y cuidó cinco años.  Su resentimiento actuó como filtro cuando evaluó las habilidades maternas de la madrastra.  Las críticas surgieron con facilidad; a los pensamientos positivos sobre su rival  les costaba abrirse paso.  Cuando Raquel se quejó a su madre del trato de la madrastra, Patty sintió un placer secreto que en secreto mantuvo.  Aunque sus sentimientos de rivalidad se vieron gratificados, sabía que la madrastra estaba haciendo mucho por Raquel.  Y sabía que no beneficiaría a Raquel el desarrollar una mala relación con su madrastra.  De modo que Patty escuchó las quejas de Raquel, pero no respondió con anhelo.  En la medida en que la niña estaba concernida, malmeter contra su madrastra no era lo que su corazón maternal le dictaba.  Patty estableció un inspirado ejemplo de mujer cuyo amor por su hija superaba sus fuertes impulsos de emprender la vía de la crítica destructiva.

Es fácil apreciar lo tentador que puede ser para algunos progenitores el tratar de minar la relación de sus hijos con sus padrastros o madrastras.  Los terapeutas pueden ayudar a aliviar la competencia destructiva destacando el profundo cimiento de vínculo que sigue existiendo entre la mayoría de los padres y los niños y recordándoles las muchas experiencias que cimentaron la relación.  Se puede invitar a los padres a considerar su propio historial de vínculo.  En la mayor parte de los casos, las nuevas relaciones de afecto no reemplazan los vínculos anteriores.  La mayoría retenemos nuestro amor por nuestros padres independientemente  de cuanta gente hayamos amado después.  Sin programación negativa, las nuevas relaciones de los niños no minarán por regla general las ya existentes.  Puede ayudar a los padres el hablar a otros padres cuyos hijos han mantenido un fuerte amor por ellos incluso estando aún vinculados positivamente con su padrastro o madrastra.

Los adultos que intentan la estrategia de la alienación deben ser ayudados a comprender que instigar y apoyar el conflicto entre los niños y un padre o un padrastro o madrastra no hará sino complicarles la vida a aquellos.  Lo que a su vez complicará la vida a todos los adultos involucrados, ya que tendrán que afrontar el problema de unos niños infelices o deprimidos, y a las secuelas de comportamiento asociadas e ello.

EL ENEMIGO COMÚN.

Las familias de segundo matrimonio son frágiles.  Los niños no escogen a sus padrastros.  Y los adultos no se casan para adquirir hijastros.  Los niños simplemente son parte del acuerdo.  Lleva tiempo a una nueva familia para conocerse los unos a los otros.  Lleva tiempo sentirse como una familia.  ES incluso un reto mayor cuando cada adulto trae niños de un matrimonio anterior.  Sorprende poco que el divorcio sea tan común en estos tipos de familias "mezcladas".

Una forma de fortalecer la cohesión familiar es unirse en torno a un objetivo común.  Desafortunadamente, en algunas familias el malmeter y maltratar al progenitor no residente se convierte en el objetivo.  Este puede ser el aglutinante que mantenga a la familia pegada, lo que dé la sensación de estar en el mismo equipo.

Aún más significativo, mientras todos están poniendo al otro padre de hoja de perejil están evitando los sentimientos negativos que suelen surgir inevitablemente entre ellos.  En tanto que su rabia se canaliza en las críticas del otro padre, se distraen a sí mismos de los problemas de su flamante familia.  Isaac (1986) describe este proceso como deflectar los problemas de la nueva pareja a través del padre alejado.  El motivo es negar la presencia de conflicto en la nueva relación. Así se protege la pareja de la ansiedad generada por la amenaza de un nuevo divorcio.  En algunas familias, la nueva pareja se une a la campaña de denigración como medio de congraciarse a sí mismos con el cónyuge.  El mensaje es básicamente:  "tus batallas son mis batallas".  Particularmente en las fases tempranas del nuevo matrimonio, el nuevo cónyuge puede encontrar difícil tomar una postura distinta de la de su pareja respecto al carácter del ex cónyuge y del tratamiento que merece.

Hal Q. y su segunda esposa, Anette, estuvieron mucho tiempo desacreditando a la primera esposa de Hal, Melinda.  Cuanto más lo hacían, más cerca se sentían el uno del otro.  Los hijos de Annette se unieron al coro de denigraciones.  El hijo de Hal, Tosh, no pudo resistirse a participar.  Al principio se sintió desleal respecto a su madre, pero quería ser aceptado por la familia, y quejarse de su madre parecía ser el precio de admisión.

Josh tenía otro motivo.  En un concurso entre su padre y su madre, Josh sintió que su padre tenía más poder.  Aunque no era consciente de ello, Josh temía que las críticas de la familia se volvieran contra él si defendía a su madre.  Como la mayoría de la gente, Josh quería estar del lado del vencedor.  No estaba en posición de afrontar la marea de denuncias, así que se dejó llevar por ella.  Esencialmente, Josh seguía la estrategia de "identificarse con el agresor", más conocida popularmente por "si no puedes vencerlos, únete a ellos".

Unirse contra un enemigo común tiene una debilidad fundamental.  Cuando el enemigo es vencido, comienzan a surgir los conflictos entre los antiguos aliados.  Eso ocurrió en este caso.  Melinda finalmente se rindió en sus esfuerzos de contrarrestar el descrédito y se mudó a otro estado.  La familia prácticamente no tiene contacto con ella.  Han perdido a su enemigo común.  Poco más tarde, los conflictos en las relaciones de su propia familia comenzaron a emerger.  Habían estado presentes en todo momento, pero se conseguían evitar haciendo a Melinda el objeto de toda su hostilidad.

LA CONTRIBUCIÓN DE LOS NIÑOS AL PAS.

Una parte integral de la formulación de Gardner del concepto de PAS es el hecho de que la perturbación proceda de una combinación del lavado de cerebro de los progenitores y de la propia contribución del niño.  El comportamiento de Josh Q. es un buen ejemplo. En el caso de un nuevo matrimonio, un niño puede unirse a la campaña de denigración por varias razones.  Como acabamos de mencionar, el niño puede capitular ante la presión del grupo a cambio de alinearse con la nueva familia.  El niño también puede estar intentando reducir los conflictos internos que experimenta como resultado del nuevo matrimonio.  Tales conflictos internos pueden estar relacionados con conflictos de lealtad o con la dificultad para aceptar el matrimonio y al padrastro o la madrastra. 

El niño que se siente atrapado entre dos hogares puede intentar resolver el conflicto rindiendo plena pleitesía a uno de ellos.  Esta dinámica puede terminar en la alienación de uno de los padres.  Un niño con ansiedad o ira por el nuevo matrimonio puede canalizar estos sentimientos a través de una denigración sin piedad del padre que ha vuelto a casarse y de su nueva pareja, o la alienación del niño puede expresar la decepción de los deseos de la reconciliación que han saltado en pedazos con el nuevo matrimonio.  La mayor parte de los hijos de un divorcio albergan fuertes deseos de ver reconciliados a sus padres (Warshak & Santrock, 1983).  Sin considerar la motivación subyacente del niño, si el padre favorecido acoge la pleitesía del niño o acepta pasivamente el distanciamiento del niño respecto del otro progenitor y fracasa en promover el afecto del niño por él, el niño puede acabar acogiéndose a esta solución maladaptativa.

Un objetivo medular en la terapia con niños alienados en familias de nuevo matrimonio consiste en ayudarles a entender que ellos no tienen que escoger ningún bando.  Podemos intentar ayudarles a apreciar los beneficios de evitar alianzas poco saludables en tanto trabajan unidos a los padres que apoyan este concepto.

FRONTERAS MAL DEFINIDAS.

Las dinámicas discutidas en este artículo ayudan a explicar los impulsos que los padres pueden sentir para manipular las relaciones con sus hijos.  Pero un impulso no es una acción.   Los padres a menudo se inhiben ante los hijos antes que actúan por impulso.  Por ejemplo, no abofeteamos cada vez que nos entran ganas.  Y la mayoría de los padres divorciados atraviesan un periodo en el que padecen impulsos crónicos a malmeter a sus ex cónyuges tanto si los hijos están presentes como si no.

¿Qué es lo que incita entonces a buenos padres a actuar por impulso en lugar de inhibir su comportamiento de igual modo que inhiben otros que consideran destructivos para sus hijos?  En muchos casos, la respuesta es sencilla:  no lo creen destructivo para sus hijos.  Muchos padres que malmenten están tan preocupados hiriendo a sus ex cónyuges o a los nuevos padrastros que no consideran simplemente el impacto sobre los hijos.  Otros padres parecen incapaces de reconocer que sus propios pensamientos y sentimientos pueden no estar acordes a las necesidades de sus hijos.  De modo que persiguen con determinación  ciega su objetivo de ningunear a sus ex cónyuges, incluso cuando ello implica avergonzar a sus hijos, confundirlos, robarles o atemorizarles.  Tratándolos como cómplices de su campaña de denigración, estos padres transgreden la frontera psicológica natural que existe entre adultos y niños.

En familias con un historial de violaciones de frontera inapropiadas, el PAS puede representar una continuación de los patrones maladaptativos que se iniciaron anteriormente al divorcio y al nuevo matrimonio.  El tratamiento a estas familias es generalmente más complicado, porque el PAS está enquistado en un largo enredo entre el padre alienado y el hijo.

CONCLUSIÓN

Este artículo ha presentado algunas de las dinámicas que se encuentran a menudo cuando el PAS se da en el contexto de los segundos matrimonios.  Se ha mostrado como el PAS puede surgir en familias de nuevo matrimonio a partir de motivaciones diferentes a las preocupaciones relativas a la custodia.  Reconociendo el potencial del PAS, los terapeutas que pasan consulta con familias de nuevo matrimonio pueden tener una mejor posición a la hora de prevenir o aliviar la perturbación.  Se debe insistir en la importancia de una intervención temprana y de mantener el acceso entre los padres no custodios y los hijos, en tanto que se remite al tratamiento paralelo de las dinámicas de PAS en el curso de sesiones de terapia.  Como en otras perturbaciones emocionales, la intervención en las fases tempranas tienen más probabilidades de concluir con éxito.  Del mismo modo, trabajar con estas familias tiene pocas garantías de éxito sin el apoyo de la justicia fortaleciendo el acceso entre el padre no custodio y el hijo,  y proporcionando una motivación externa a las partes para someterse al tratamiento.

 

NOTA ACLARATORIA:

(1)  El proceso comienza generalmente antes del nuevo matrimonio, frecuentemente cuando el antiguo cónyuge conoce por primera vez la relación.  También en algunos casos, aunque raros, el nuevo matrimonio contribuye a aliviar el PAS;  este fenómeno queda fuera del tratamiento de este artículo.


REFERENCIAS

Biller, H. B. (1993). Fathers and families: Paternal factors in child development. Westport, CT: Auburn House.

Bowerman, C., & Irish, D. (1962). Some relationships of stepchildren to their parents. Marriage and Family Living, 24, 113-121.

Brody, G. H., Neubaum, E., & Forehand, R, (1988). Serial marriage: A heuristic analysis of an emerging family form. Psychological Bulletin, 103, 211-222.

Cartwright, G. F. (1993). Expanding the parameters or parental alienation syndrome. The American Journal of Family Therapy, 21, 205-215.

Ceci, S. J., & Bruck, M. (1995). Jeopardy in the courtroom: A scientific analysis of children's testimony. Washington, DC: American Psychological Association.

Clawar S. S., & Rivlin, B. V. (1991). Children held hostage: Dealing with programmed and brainwashed children. Chicago: American Bar Association.

Duberman, L. (1973). Step-kin relationships. Journal of Marriage and the Family, 31, 283-292.

Dunne, J., & Hedrick, M. (1994). The parental alienation syndrome: An analysis of sixteen selected cases. Journal of Divorce and Remarriage, 21, 21-38.

Emery, R. E. (1982). Interparental conflict and the children of discord and divorce. Psychological  Bulletin, 92, 310-330.

Gardner, R. (1985). Recent trends in divorce and custody litigation.  Academy Forum, 29, 3-7.

Gardner, R. A. (1998). The parental alienation syndrome (2nd ed.).  Cresskill, NJ: Creative Therapeutics.

Grych, J. H., & Fincham, F. D. (1990). Marital conflict and children's adjustment: A cognitive-contextual framework. Psychological Bulletin, 108, 267-290.

Hetherington, E. M. (1972). Effects of father absence on personality development in adolescent daughters. Developmental Psychology, 7, 313-326.

Hetherington, E. M., Stanley-Hagan, M., & Anderson, E. R. (1989). Marital transitions: A child's perspective. American Psychologist, 44, 303-312.

Isaacs, M. B., Montalvo, B., & Abelsohn, D. (1986). The difficult divorce. New York: Basic Books.

Kurdek, L. A., & Berg, B. (1983). Correlates of children's adjustment to their parents' divorces. In L. A. Kurdek (Ed.), Children and divorce (pp. 47-60). San Francisco: Jossey-Bass.

Lampel, A. K. (1986). Post-divorce therapy with highly conflicted families. The Independent Practitioner, 6, 22-26.

Lund, M. (1995). A therapist's view of parental alienation syndrome. Family and Conciliation Courts Review, 33, 308-316.

Lutz, P. (1983). The stepfamily: An adolescent perspective. Family Relations, 32, 367-375.

Ransom, J. W., Schlesinger, S., & Derdeyn, A. P. (1979). A stepfamily in formation. American Journal of Orthopsychiatry. 49, 36-43.

Reich, W. (1949). Character analysis. New York: Farrar, Straus and Giroux.  Shaw, D. S., & Emery, R. E. (1987).  Parental conflict and other correlates of the adjustment of school-age children whose parents have separated.  Journal of Abnormal Child Psychology, 15, 269-281.

Visher, E. B., & Visher, J. S. (1979). Stepfamilies: A guide to working with stepparents and stepchildren. New York: Brunner/Mazel.

Warshak, R., & Santrock, J. W. (1983). The impact of divorce in father-custody and mother-custody: The child's perspective. In L. A. Kurdek (Ed.), Children and divorce (pp. 29-46). San Francisco: Jossey-Bass.

Warshak, R. (1992). The custody revolution. New York: Simon & Schuster.

Warshak, R. (1999a). Psychological syndromes: Parental alienation syndrome. In R. Orsinger (Ed.),  Expert witness manual (pp. 3:32:1-3:32:27). Austin, TX: State Bar of Texas,

Warshak, R. (1999b). Parental alienation syndrome in court. Dallas, TX: Clinical Psychology Associates.

 APADESHI