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EL DIVORCIO
American Academy of Child and Adolescent
Los padres que
se están divorciando se preocupan a menudo acerca del efecto que el divorcio
tendrá en sus hijos. Los padres se preocupan principalmente por sus propios
problemas, pero a la vez están conscientes de que son las personas más
importantes en la vida de sus hijos.
Los padres se
pueden sentir o desconsolados o contentos por su divorcio, pero invariablemente
los niños se sienten asustados y confundidos por la amenaza a su seguridad
personal. Algunos padres se sienten tan heridos y abrumados por el divorcio que
buscan la ayuda y el consuelo de sus hijos. Los hijos no pueden entender el
divorcio y los padres deben explicarles lo que está pasando, cómo se afectan y
cuál será su suerte.
Los niños
pueden creer que son la causa del conflicto entre sus padres. Muchos niños
tratan de hacerse responsables de reconciliar a sus padres y muchas veces se
sacrifican a sí mismos en el proceso. La pérdida traumática de uno o de ambos
padres debido al divorcio puede hacerlos vulnerables a enfermedades físicas y
mentales.
Los padres
deben percatarse de las señales de estrés persistentes en sus hijos. Estas
señales pueden incluir la falta de interés en la escuela, por los amigos o aún
al entretenerse. Otros indicios son el dormir muy poco o demasiado y el ser
rebeldes y argumentativos con los familiares.
Los niños han
de saber que su mamá y su papá seguirán siendo sus padres aún si el matrimonio
se termina y los padres no viven juntos. Las disputas prolongadas acerca de la
custodia de los hijos o el presionar a los niños para que se pongan de parte del
papá o de la mamá le pueden hacer mucho daño a los hijos y puede acrecentar el
daño que les hace el divorcio.
La
continuación de la obligación de los padres por el bienestar de los hijos es
vital. Si el niño parece tener indicios de estrés, los padres deben consultar
con su médico de familia o pediatra para que lo refiera a un psiquiatra de niños
y adolescentes. El psiquiatra podrá evaluar y darle tratamiento al niño para
aliviar las causas del estrés. Además, el psiquiatra podrá aconsejar a los
padres ayudándolos a minimizar los problemas que causa el divorcio en la
familia.
LA SEPARACION Y EL
DIVORCIO,
CUANDO NO HAY MAS REMEDIO
Para los
psicólogos, la separación y el divorcio son alternativas por las cuales puede
pasar la pareja en un momento dado de su vida. Lamentablemente, existen
circunstancias que, en ocasiones, escapan al control emocional y racional de los
cónyuges y la separación y/o el divorcio, se convierten en herramientas que
pueden evitar un mal mayor.
Fomentamos la
familia y procuramos resolver los problemas de pareja que puedan conducir a una
separación, sin embargo, existen sin duda circunstancias que obligan al
terapeuta familiar a considerar, en ocasiones, estas posibilidades.
Las dimensiones del
problema a nivel psicológico
En los Estados
Unidos, uno de cada dos matrimonios se divorcian. En Inglaterra y Francia, uno
de cada tres. Ejemplos que son significativos de cómo el divorcio avanza en los
países desarrollados. Más del 40% de los niños de estos países, vivirán con sus
padres durante su primera etapa de la niñez y -luego de un divorcio- con uno de
sus padres y su nueva pareja, en la segunda etapa de su vida.
La intensidad
de las emociones, el dolor, las ofensas, el rencor y otros sentimientos provocan
un daño profundo en la pareja difícil de recuperar. Por otro lado, la
victimización de los hijos atrapados en la "batalla conyugal", produce
deterioros psicológicos irreparables en la psiquis de los menores.
En el
Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Michigan se encontró que los
hijos de divorciados eran tratados en una proporción de dos a uno con la
población general. Estos niños sufrían, en la mayoría de los casos, síntomas
asociados a la falta de control en la agresión. En los más pequeños, la
agresividad era contra los padres separados y los hermanos. En los mayores, ya
adolescentes, el problema tomaba forma de actos antisociales y de delincuencia,
así como alcoholismo y adicción a las drogas.
En los casos
de las hijas de divorciadas adolescentes se encontró frecuencia de promiscuidad
sexual, en mayor proporción que las hijas de matrimonios no divorciados.
Otros autores
han enfatizado la importancia de la depresión en el cuadro clínico de los niños
de padres divorciados. En una investigación, también en los Estados Unidos,
entre niños tratados como pacientes psiquiátricos ambulatorios de depresión
media y severa, un alto porcentaje de la muestra era de niños de padres
divorciados.
En un estudio
de seguimiento de una muestra nacional de 5.362 niños nacidos en la misma semana
de 1946 en Inglaterra, se encontró que el 36.5% de los hombres cuyas familias se
habían visto afectadas por un divorcio o separación antes de los cinco años,
sufrían algún tipo de psicopatología o falta de ajuste social y fueron
hospitalizados antes de los 26 años por enfermedades psiquiátricas de tipo
afectivo o por úlceras gástricas, colitis o se hicieron delincuentes hacia los
21 años, comparados con el 17.9% de los hombres provenientes de familias no
divorciadas. En este mismo estudio de Wadsworth, Pekham y Taylor (1985), también
se encontró que el 26.3% de las mujeres cuyas familias se rompieron antes de los
5 años, fueron hospitalizadas por enfermedades psiquiátricas o por úlceras
gástricas, colitis o se hicieron delincuentes hacia los 21 años o se separaron o
divorciaron antes de los 26 o tuvieron hijos ilegítimos, comparadas con el 9.6%
de las familias que no sufrieron divorcio.
El 29% de los
hombres cuyas familias se rompieron antes de que cumplieran 16 años, sufrieron
antes de los 26 años, problemas psicopatológicos o de inadaptación social o se
divorciaron o separaron antes de los 26 años, comparados con el 18% de los
hombres de familias intactas.
El 21% de las
mujeres cuyos padres se divorciaron antes de los 16 años, hacia los 26 sufrieron
lo mismo que los hombres o tuvieron hijos ilegítimos, comparadas con el 10.1% de
las mujeres de familias no divorciadas.
También en
este interesante estudio longitudinal se demuestra que los hombres de familia de
clase social trabajadora, hijos de padres divorciados, a la edad de 26 años,
ganaban de forma significativa menos ingresos si se los comparaba con los
hombres de familia no divorciados.
Igualmente
encontraron que los hijos de ambos sexos, de padres separados, tenían una vida
académica significativamente menor que sus pares de familias no divorciadas.
Es de hacer
notar que los hijos de padres fallecidos tenían poca repercusión en la
diferencia en los logros académicos de hijos de padres no divorciados, lo que
demuestra que el divorcio impacta aún más psicológicamente que la muerte que los
seres queridos.
Los hallazgos
indican que la separación y divorcio de los padres, tienen un considerable
perjuicio sobre la vida de los hijos que se expresa en patologías psicológicas,
inadaptación social, menores logros educativos en ambos sexos y menores logros
económicos en hombres.
Ahora bien, lo
que tendríamos que preguntarnos es si el daño lo provoca la ausencia de uno de
los padres o el propio trauma del divorcio. Si observamos que el daño en los
hijos de padres fallecidos no es igual al de los hijos de padres divorciados,
podríamos concluir que más que la falta de uno de los padres es posiblemente los
elementos que componen la crisis del divorcio lo que traumaría irreversiblemente
a los hijos.
La mayoría de
los divorcios están precedidos por meses o años de disputas, ofensas, desamor,
peleas, desilusiones y frustraciones.
En un primer
lugar, las parejas comienzan con provocaciones mutuas, con trato y vocabulario
hostil y episodios de gritos y de abuso físico verbal.
Allí los niños
quedan amedrentados por las escenas, sin saber qué hacer y se sienten
desorientados, impotentes y tristes por la falta de control de sus padres.
Además los padres tienden a pedirles solidaridad a los hijos -cada uno por su
lado- generándoles graves conflictos de decisión.
Posteriormente, si la pareja no logra manejar los conflictos y comienzan un
proceso de divorcio, inician un período de enfrentamiento por distintas razones,
sean por rencor, rabia o por la división del patrimonio conyugal. En esta fase
se intensifica la hostilidad, el deseo de daño de uno al otro. Surge el odio, la
amargura y a veces hasta el deseo de venganza.
En esta etapa,
la mayoría de las parejas piensa que quitándole los hijos el uno al otro ganan
la pelea, sin darse cuenta que le están haciendo un gran mal a la psiquis de los
muchachos.
De manera que,
cuando la pareja se plantea un divorcio y no hay más remedio, hay que tomar en
cuenta todo lo expresado y procurar el mayor esfuerzo en que no se generen
tantos problemas. Aunque parezca difícil, el divorcio o la separación debe ser
acordada hasta donde se pueda y negociada. El terapeuta familiar en este momento
puede jugar un gran papel, al ser el referee psicológico para juzgar lo
que el juez legal no puede resolver.
La
separación
El Estado
defiende la institución familiar y por ello no es fácil divorciarse, tanto como
sí lo es casarse. Por esta razón se instituyó el status de separación, como fase
intermedia entre el matrimonio y el divorcio. El legislador buscaba que esta
etapa funcione como un período de reflexión y de reconciliación entre los
miembros de la pareja afectada.
La experiencia
nos demuestra que una separación acordada con asistencia psicológica, en buena
proporción, permite el reencuentro de la familia y en el peor de los casos, si
se llega al divorcio, los hijos sean menos afectados.
La separación,
por ello, es importante porque es un período de adaptación a la nueva vida,
porque se avanza a una relación de pareja mejor -aunque sea la misma pareja- y
permite, sobretodo, que los hijos se adapten a la nueva realidad.
Las causas
Problemas que
pueden deteriorar el amor de una pareja: El advenimiento del primer embarazo,
cuando es producto de una gestación no deseada, la insatisfacción sexual, la
falta de comunicación o la comunicación negativa, el tránsito del amor pasional
al amor maduro, la distribución de las tareas del hogar, la intervención de la
familia de ambos cónyuges en su vida, la infidelidad y los celos, el problema de
los "amigos de él" y los "almuerzos de ella" y los problemas económicos.
De acuerdo a
alguna leyes mundiales, son causales de divorcio el adulterio, el abandono
voluntario, los excesos, injurias graves que hagan imposible la vida en común,
el conato de uno de los cónyuges para corromper o prostituir al otro o a sus
hijos, así como la connivencia en su corrupción o prostitución, la condenación a
presidio, la adicción alcohólica u otras formas graves de farmacodependencia, la
interdicción por causa de perturbaciones psiquiátricas graves. Igualmente la Ley
prevé que se podrá declarar el divorcio luego de declarada la separación de
cuerpos y haya transcurrido un año, o cuando los cónyuges hayan permanecido
separados, de hecho, por más de cinco años.
Desde un punto
de vista humano, podemos señalar como causales de divorcio distintas razones de
índole personal, social, moral, religiosa, económica o estrictamente
psicológicas. La experiencia demuestra que una de las primeras causales de
divorcio que se plantea en la práctica de la Psicología Clínica, es que la
pareja no se conocía bien antes de casarse. En muchas oportunidades el novio
y la novia, durante la etapa prematrimonial, tratan de hacerle ver a la otra
parte que ellos son como se supone que quiere la pareja que sea; y no se
muestran como en realidad son. En los noviazgos cortos, las parejas no tienen
tiempo real de conocerse y cuando se casan pueden encontrarse que lo han hecho
con una pareja que dista mucho de ser el ideal que tenían como lo que debería
ser su cónyuge. Esta causa, que es fundamental desde nuestro punto de vista,
conlleva al segundo motivo de consulta, como lo es la presencia del "otro" o la
"otra".
La mayoría de
los problemas en la pareja recién casada, se fundamentan en la falta de
conocimiento de ellos mismos.
En menor grado
aparecen otra razones, tales como problemas de cambio de personalidad,
trastornos psíquicos, problemas de alcoholismo, de drogas, desavenencias en la
educación y otros.
¿Y con los
hijos qué?
El principal
problema que tienen los hijos cuando surge la separación o el divorcio, es que
los padres incurren en una serie de conductas erróneas para con ellos. Los
padres no deben utilizarlos como "espías" para que les informen qué está
haciendo el otro cónyuge, o como "corre ve y dile" o "mensajeros" para
comunicarse entre ellos. Los padres no deben presentar reacciones agresivas
contra sus hijos para vengarse de la pareja. No deben amenazar a la pareja en el
sentido de que si se divorcian le harían un daño tremendo a los hijos para
tratar de evitar la separación. Luego, al producirse el divorcio, los padres no
deben quedar resentidos con sus hijos. Luego del divorcio, no deben existir
conductas inapropiadas contra los hijos, tales como el abandono afectivo por
parte del padre que no tiene la custodia o sobreprotección por parte de quien la
tiene. No se le debe presentar al hijo una nueva pareja antes que él esté en
capacidad de asimilar ese impacto. Todos estos comportamientos provocan
conductas profundamente obstaculizadas en la evolución psicológica de los niños.
Investigaciones revelan que los hijos de padres divorciados presentan menor
autoestima que los de matrimonios constituidos. El divorcio es el más grande
stress que un niño pueda soportar como hemos visto. Los niños perciben la muerte
de un padre de manera más natural que un divorcio. Los hijos de divorciados
necesitan más tratamiento psicológico que los de los no divorciados. Las
consecuencias de una conducta inadecuada de los padres cuando se divorcian puede
ocasionar ansiedad, miedo, inseguridad, sentimientos ambivalentes y diferentes
trastornos de conducta. De manera que si una pareja se encuentra en proceso
de divorcio, debe tener en cuenta:
1º El
problema es con su pareja, nunca con sus hijos.
2º La única
forma en que sus hijos no sufran durante la separación o divorcio es que los
padres estén plenamente conscientes de que deben explicarles claramente la
situación a ellos y decirles que, independientemente de la decisión que tomen,
ambos cónyuges seguirán queriéndolos y ayudándolos.
3º Si no hay más remedio que el divorcio, siempre será preferible una separación amistosa que una conflictiva, por el bienestar y seguridad de los hijos y de la propia pareja.
4º Hay que hacer un gran esfuerzo para superar el rencor y la rabia, pero es indispensable por el bien de todos.
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APADESHI