Los Hijos , rehenes de la pelea de dos
Dr. Norberto Abdala
Revista Viva – Sábado 6 de Noviembre de 2010 – Revista del Diario Clarín
Divorcios destructivos. En una separación es difícil evitar los sentimientos de angustia y vulnerabilidad, pero si a eso se le agregan los conflictos por los chicos, todo resulta peor
Cuando un matrimonio con hijos torna la decisión de separarse genera un profundo impacto en toda la familia y que repercutirá, en mayor o menor grado, en cada uno de sus miembros. Pero siempre estará presente la angustia, la pérdida de seguridad, la vivencia de des protección, la sensación de una futura incertidumbre y vulnerabilidad.
El divorcio es una situación en la cual se superponen una serie de pérdidas: de la pareja, de la vida familiar, de amigos y parientes e incluso del estilo de vida que se había elegido.
Separarse implica una situación traumática tanto para la pareja como para los hijos.
Sin embargo, una pareja puede divorciarse tratando de preservar a los más chicos de sus conflictos, mientras que otras los involucran y los ubican en el centro de la batalla, sin prestarle atención a sus necesidades y sin dedicarse a protegerlos para prevenir futuros trastornos emocionales. El divorcio en sí mismo no constituye una fuente de patología en la infancia, sino que es la pelea continua entre los padres lo que daña a los hijos de manera inexorable. Las consecuencias en los hijos dependerán de si ellos pueden o no seguir frecuentando y manteniendo un vínculo estable y fuerte con ambos padres.
En el llamado "divorcio destructivo" se producen peleas y litigios permanentes, prevalece el conflicto de la pareja por sobre el cuidado de los hijos, hay discusiones interminables, se buscan culpables -sin poder aceptar las mutuas responsabilidades-, no existen intenciones de llegar a ningún acuerdo, se intenta denigrar o destruir al otro y al cabo se descuida y desprotege a los hijos. La situación se tornará peligrosa si en alguno de los progenitores se producen intensos sentimientos de rabia y rencor que puedan generar comportamientos de riesgo.
Richard Gardner, un afamado psiquiatra infantil de la Universidad de Columbia, describió, en 1985, el Síndrome de Alienación Parental, al cual definió "como un trastorno que surge principalmente en el contexto de las disputas por la guarda y custodia de los niños.
Su primera manifestación es una campaña de difamación contra uno de los padres, que resulta de la combinación de un sistemático adoctrinamiento es decir, un lavado de cerebro- de uno de los padres y de las propias contribuciones del niño dirigidas a la denigración del progenitor objeto de esta campaña. Es decir, es un proceso por el cual un progenitor transforma la conciencia de sus hijos mediante diferentes estrategias, con el objeto de impedir, obstaculizar o destruir el vínculo con el otro progenitor. Se lleva al hijo a odiar y a rechazar a un progenitor al que quiere y necesita. Se establecen un pacto de lealtad y un vínculo afectivo con el alienador, que lo vuelve dependiente de sus pensamientos y razones".
Así las cosas, el progenitor que programa al niño para provocar la destrucción del vínculo con el otro le puede ocasionar consecuencias alargo plazo, aun cuando ya sean adultos. Algunas investigaciones enumeran las secuelas más frecuentes de estos comportamientos: baja autoestima, depresión, sentimientos de culpa, adicción al alcohol o drogas, pérdida de confianza, conflictos con sus propios hijos y finalmente, mayor probabilidad de divorcio.
APADESHI
Argentina